Época: Arte Antiguo de España
Inicio: Año 200 A. C.
Fin: Año 100

Antecedente:
El arte castreño del Noroeste
Siguientes:
Los llamados monumentos con horno

(C) Fernando Acuña Castroviejo



Comentario

Los castros, recintos fortificados construidos en alturas variables y de diferente tipología, en función de su emplazamiento y destino, experimentaron una evolución desde las primeras ocupaciones en el Bronce Final hasta las grandes transformaciones habidas a partir de la conquista romana.
A las primeras construcciones, realizadas con materiales perecederos, que nos dan el modelo más antiguo de planta circular propio del Noroeste, suceden en el tiempo la petrificación, primero de las construcciones y después la utilización de construcciones rectangulares, con esquinales redondeados o no, que coexistirán con el modelo anterior y que, sin duda, corresponden a la época romana.

En los castros más antiguos no se aprecia una clara organización de las construcciones, que aparecen dispuestas por la superficie del castro sin una ordenación definida.

Será a partir de los contactos con Roma cuando se aprecien transformaciones sustanciales en los poblados, tanto en su organización como en la utilización de la piedra para las murallas y las viviendas como en la complejidad de las edificaciones.

A partir de Augusto y en los periodos siguientes, se puede hablar de la existencia de un claro urbanismo en los castros galaico-portugueses.

Este urbanismo se manifiesta en las grandes murallas de piedra, como las de San Cibrán de Lás, en la existencia de calles y plazas empedradas, como en las citanias de Briteiros y Monte Mozinho, y en la construcción de aljibes, como en Elviña.

Al lado de esto, las construcciones aparecen agrupadas en conjuntos de varias edificaciones y de distinta tipología que obedecen, sin duda, a la diferente función que tendrían para los habitantes de esa zona: vivienda, almacén, etcétera.Y formando parte de las casas castreñas hay un gran número de piedras decoradas de distinta funcionalidad, como jambas y dinteles, frisos o piedras para amarrar el ganado. Todas ellas poseen una decoración muy variada: sogueados, esvásticas, rosetas, helicoidales, triskeles y múltiples combinaciones.

Sobre el origen de los motivos hay diversas interpretaciones, que van desde una procedencia mediterránea hasta una derivación de la ornamentación existente en la cerámica y en la orfebrería castreña. En su inmensa mayoría pertenecen al ámbito meridional de la cultura castreña y su cronología corresponde al siglo I.